Lo mejor, la amabilidad de Jayro, el recepcionista y de la camarera rubia del bar. Lo peor, las dos camareras fuertes y morenas del restaurante; una de ellas nos "echó" literalmente del comedor para que esperásemos fuera (sólo lo hizo con nosotros) y la segunda tras dos días de estancia nos abroncó injustamente y reprochó no llevar la tarjeta de la habitación cuando la llevábamos religiosamente en todas las comidas y nadie nos la pedía. Yo no tengo porqué saber si ellos tienen por costumbre amotarlo, no obstante, me reitero, como he dicho antes que la llevábamos siempre con nosotros.
Nos sorprendió también no encontrar minifrigorífico en un hotel de tres estrellas en la playa en pleno verano. Suponemos que estos detalles lo tendrán en cuenta en lo sucesivo.